jueves, 18 de octubre de 2012

Ricos, pobres e interdependientes (I) 20121018

Los ricos no quieren compartir nada con los pobres... salvo su dinero (el de los pobres, por supuesto, el único que está disponible). Sí, porque un ciudadano occidental cualquiera, por muy jodido y acabado que esté, siempre tendrá algo que ofrecer si se le aprieta un poco: el piso, el sueldo, el subsidio de paro, el futuro de sus hijos, la pensión de viudedad de su madre, la caña de los domingos, el oro de las alianzas matrimoniales... Por eso la relación no se corta. El que está arriba (pero muy, muy arriba) intenta independizarse de los de abajo, y para ello exige pagar menos impuestos (o ninguno, si puede ser), se inhibe de toda actitud solidaria (como mucho algún conveniente gesto caritativo) y proclama que él no tiene por qué echarse a la chepa las desgracias y las carencias ajenas. Ahora bien, la ruptura no puede ser total, pues entre arriba y abajo se da un intercambio imprescindible: trabajo, consumo, atenciones, admiración, dominio, sexo... ¡dinero! 

Por supuesto esa tendencia a separarse de los menos afortunados se da en todas las direcciones. Afecta a los individuos y a los pueblos. El deseo de preservar e incrementar lo propio sin compartirlo es una (asquerosa) pulsión individual, pero también colectiva. Mucho más en tiempos de crisis económica, cuando el egoísmo alcanza categoría de virtud social. ¿Qué mejor argumento ante la que está cayendo que alzar las banderas (de la ideología, de la patria, del hecho diferencial, de los viejos y nuevos agravios...) y rechazar cualquier empatía con aquellos que no son de los nuestros?

En Cataluña o en el País Vasco el pobre indeseable puede ser andaluz o extremeño (español, en suma). En Alemania, el intocable es español o italiano. La desintegración por la vía del nacionalismo promete básicamente separar al industrioso y acomodado del vago y manirroto. Hasta cierto punto, naturalmente. Porque la patria es la patria, pero la pasta es la pasta. En consecuencia, Mas se contradice, Urkullu vende un independentismo moderado y Merkel se da tiempo (y oxigena electoralmente al Rajoy) para exprimir al Sur europeo con fruición.

(Continuará) 

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