La absorción de Caja 3 por Ibercaja sigue siendo una operación tan
opaca que si se contempla desde fuera produce vértigo (a la postre las
cajas son entidades sociales, que si pertenecen a alguien es a sus
impositores), pero vista desde dentro (sobre todo desde dentro de la
CAI) provoca verdadero pánico. Porque, claro, digo que el tema es
oscuro, y sin embargo alguno de sus detalles si que va quedando claro.
Por ejemplo el programado despido de 600 empleados de la absorbida, la
mayoría de los cuales serán aragoneses.
Desde el primer momento
mostré mi perplejidad ante el hecho de que esta integración financiera
se estuviese cociendo en selectos cenáculos fuera del escrutinio
público. Pero ahora la cosa está llegando mucho más lejos, pues el
proceso parece haberse acelerado sin que conozcamos sus datos más
básicos. ¿Cuáles son los montos reales de la operación? ¿Cómo ha sido
valorada la CAI (y por extensión Caja 3)? ¿Quién y cómo ha establecido
las condiciones de lo que va a ser una compra o apropiación en toda
regla? ¿Por qué no han sido convocadas aún las asambleas generales de
las entidades afectadas? ¿Qué postura mantienen al respecto los
representantes de las instituciones en los respectivos consejos de
administración? ¿Por qué la CAI ha de sufrir una reestructuración aún
más brutal que la de las cajas-bancos nacionalizados? ¿Qué planes tiene
Ibercaja para el futuro?
Las ediciones digitales de EL PERIÓDICO
DE ARAGÓN y las redes sociales echan fuego. La crisis
inmobiliario-financiera es un iceberg. Solo se atisba fuera del agua una
séptima parte del témpano. El resto permanece sumergido y poderosas
fuerzas empujan para mantenerlo oculto. La absorción de Caja 3 (que, me
parece, empieza a resultar incómoda para la propia Ibercaja) se
justifica formalmente aludiendo a las indicaciones de Bruselas y al
éxito que supondría configurar un nuevo Banco Aragonés, cuya
naturaleza final también se desconoce. Sin embargo, a ras de suelo, hay
otras lecturas posibles. Casi 600 trabajadores van a pagar los platos
que unos pocos rompieron.
Qué vergüenza.
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