viernes, 12 de abril de 2013

Cuando nos privaticen hasta el agua 20130412

Salió por el Telediario: en varios hospitales de Cataluña han privatizado los sillones de las habitaciones. Estos son colocados ahora por una concesionaria y pueden ser usados libremente en su articulación elemental, con el respaldo recto y el apoyapiés replegado bajo el asiento. Pero si por la noche se quiere obtener una posición más horizontal y cómoda extendiendo todos los elementos (para que los acompañantes de los enfermos descansen un poco), es preciso pagar cinco euros. Me quedé lívido. Tal vez se trate solo de un detalle aparentemente menor, dado lo que está cayendo. Pero es tan retorcido, tan... sádico, que causa escalofríos. Hemos caído en manos de gentes sin alma.

Los gobiernos de las instituciones lo niegan, pero la privatización de servicios avanza a velocidad de vértigo. No hay límites ni líneas rojas. Por eso la cesión del ciclo del agua (y del agua misma) a empresas y particulares dejó de ser un futurible. La Generalitat adjudica redes de abastecimiento. La Comunidad de Madrid intenta colocar en el mercado el 49% de las acciones del antiguo Canal de Isabel II (ahora, Canal Gestión SA). En Huelva, Cuenca, Jerez u otras ciudades los ayuntamientos han iniciado procesos de privatización. En Zaragoza, el gobierno municipal intenta desde el verano (aunque sin éxito), poner a la venta parte de la gestión del servicio de alcantarillado y depuración. Como si no hubiésemos tenido bastante con el episodio (oscuro, largo e impresentable) de la depuradora de La Cartuja; al final, tres veces más cara que la pública de la Almozara.

Privatizar el agua es un vicio antiguo. Manantiales, acuíferos y gran parte de los caudales de los ríos ya tienen sus respectivos dueños, desde embotelladoras de agua mineral a sistemas de regadío. Pero meterle mano al suministro básico, al agua de boca... parece demasiado. Solo que es necesario conseguir dinero como sea. No les extrañe pues que un día de estos aparezca una empresa concesionaria, nos ponga un aparato contador en las vías respiratorias y nos avise de que debemos pagar el aire que inhalamos. Será por nuestro propio bien, claro. 

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