Ya les digo: cada noche me voy a casa con la sensación de haber
tocado fondo. Y cada mañana observo alucinado que los jefes han parido
una nueva y mayor cabronada. Cuando ayer leí el resumen del informe del
Banco de España recomendando volar los convenios y permitir retribuciones por debajo del salario mínimo interprofesional (645,3
euros al mes) me quedé estupefacto. Sí, ustedes pensarán que soy un
primaveras, o me lo hago. Pero les aseguro que ni todo el cinismo del
mundo capacitaría a una persona medianamente humana para asumir sin
pestañear las cosas que se les ocurren a los que mandan.
El
gobernador del Banco de España gana algo más de 80.000 euros al año. Muy
poco, desde luego, si pensamos que trata a diario con altos directivos
de las entidades financieras privadas cuyos salarios mínimos
rondan los 300.000 euros (es lo que, por ejemplo, se viene llevando
humildemente el consejero delegado de la humilde y absorbida Caja
Inmaculada) y los máximos se cifran en millones. A ello, por supuesto,
hay que sumarle los fondos de pensiones (también millonarios), los bonus
y las indemnizaciones. La directora del llamado Banco malo cobró
en su primer mes 33.000 euros. Siendo el malo... que si llega a ser el
bueno ni les cuento. Este es el nivel de las remuneraciones normales
en un sector donde se están enterrando decenas y decenas de miles de
millones de todos los españoles para que siga a flote; un sector,
digámoslo de una vez, que ha sido el principal causante de esta crisis.
Hay que tener la cara muy dura, el corazón seco y una autoestima
sideral para estar en el Banco de España, haber tolerado durante lustros
el saqueo de las cajas de ahorro, el deshueve de los grandes bancos, el
despelote de las burbujas y estafas tan flagrantes como la de las
preferentes, y venir ahora a pedir por el bien de España (¿de qué
España, señores patriotas?) tajantes medidas que nos distancien de
Noruega y nos aproximen a Banglades. Cualquier día propondrán que los
trabajadores paguen por el privilegio de tener una ocupación. Están
pidiendo a gritos que les den una lección.
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