Detectar la culpabilidad ajena es un trabajo ímprobo. Fíjense ustedes
en la peripecia de ese exempleado de la CIA que denunció el control
sistemático de las telecomunicaciones privadas por parte de los
servicios de inteligencia. Ahora, la justicia norteamericana se dispone a
acusarlo formalmente de un grave delito... ¡Espionaje! En España parece
que la cosa será más sencilla: como aquí proliferaban los espías (de
verdad) al servicio del mejor postor, estos podrán seguir trabajando en
lo suyo... pero compartirán con la Policía las informaciones que
obtengan. Oye, una magnífica muestra de esa cosa que los jefes llaman
colaboración público-privada.
¿Quién tiene la culpa de lo
que está pasando? Los políticos han sido aclamados como responsables de
todos los desastres. Como suelo decir, ellos mismos se han empeñado en
ponerse a tiro, tanto fardar, tanto hacer el memo y tanto meter el dedo
en la mermelada. Pero, claro, el desaguisado en el que andamos metidos
no es solo imputable a los jefes. Ni mucho menos. Un espeso enjambre de
expertos financieros, constructores, hombres (y mujeres) de negocios,
ricos defraudadores y delincuentes de altos vuelos en general han
formado parte del mamoneo. Y no olvidemos a los economistas más
reputados, que hace diez años recomendaban una cosa y ahora predican la
contraria sin ponerse colorados ni cosa parecida.
Decenas de
banqueros españoles han sido imputados ya, y eso que los tribunales les
tratan con sublime delicadeza. El Supremo ha tumbado las cláusulas suelo
de las hipotecas con las que el BBVA, Novagalicia Banco y Cajamar
pensaban sacarse un extra de mil millones de euros al año (la sentencia
no tendrá efectos retroactivos; los afectados no recuperarán un céntimo
de lo que les birlaron previamente). Solo nos ha faltado lo de Messi
para comprobar que los ricos son unos (presuntos) bordes y la decencia,
una virtud que solo podemos permitirnos los mindundis (¡a la fuerza
ahorcan!). De esta forma, pringando, les pagamos sus vicios a políticos,
banqueros y futbolistas. A estos últimos con voluntad, alegría y
pasión.
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