viernes, 14 de junio de 2013

Políticos, futbolistas y otros culpables 20130614

Detectar la culpabilidad ajena es un trabajo ímprobo. Fíjense ustedes en la peripecia de ese exempleado de la CIA que denunció el control sistemático de las telecomunicaciones privadas por parte de los servicios de inteligencia. Ahora, la justicia norteamericana se dispone a acusarlo formalmente de un grave delito... ¡Espionaje! En España parece que la cosa será más sencilla: como aquí proliferaban los espías (de verdad) al servicio del mejor postor, estos podrán seguir trabajando en lo suyo... pero compartirán con la Policía las informaciones que obtengan. Oye, una magnífica muestra de esa cosa que los jefes llaman colaboración público-privada.

¿Quién tiene la culpa de lo que está pasando? Los políticos han sido aclamados como responsables de todos los desastres. Como suelo decir, ellos mismos se han empeñado en ponerse a tiro, tanto fardar, tanto hacer el memo y tanto meter el dedo en la mermelada. Pero, claro, el desaguisado en el que andamos metidos no es solo imputable a los jefes. Ni mucho menos. Un espeso enjambre de expertos financieros, constructores, hombres (y mujeres) de negocios, ricos defraudadores y delincuentes de altos vuelos en general han formado parte del mamoneo. Y no olvidemos a los economistas más reputados, que hace diez años recomendaban una cosa y ahora predican la contraria sin ponerse colorados ni cosa parecida.

Decenas de banqueros españoles han sido imputados ya, y eso que los tribunales les tratan con sublime delicadeza. El Supremo ha tumbado las cláusulas suelo de las hipotecas con las que el BBVA, Novagalicia Banco y Cajamar pensaban sacarse un extra de mil millones de euros al año (la sentencia no tendrá efectos retroactivos; los afectados no recuperarán un céntimo de lo que les birlaron previamente). Solo nos ha faltado lo de Messi para comprobar que los ricos son unos (presuntos) bordes y la decencia, una virtud que solo podemos permitirnos los mindundis (¡a la fuerza ahorcan!). De esta forma, pringando, les pagamos sus vicios a políticos, banqueros y futbolistas. A estos últimos con voluntad, alegría y pasión. 

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