jueves, 18 de julio de 2013

... Y Rudi contó su cuento 20130718

Están las cosas de tal manera, que un discurso de Luisa Fernanda Rudi sobre el estado de la Tierra Noble no conmueve ni interesa a nadie que no forme parte del séquito de la emperatriz jotera. Había como un levísimo pálpito de morbo por ver cómo nos explicaba la doña ese planteamiento suyo de eliminar el gasto social indiscriminado. Pero nadie se llamaba a engaño: lo que íbamos a tener (y tuvimos) fue una hora de aburridísima cháchara (con su pizquita de filosofía política y de autonomismo "todo a cien"). La copla de siempre. Pura rutina. Marcelino Iglesias ya se pegó doce años autoplagiando sus sucesivas intervenciones ante las Cortes. Pero él resultaba bastante más convincente, no sólo porque tenía mejor equipo y quería hacer cosas (sobre todo en su primera legislatura), sino porque navegaba sobre el mar presupuestario con el viento a favor. Y no es que aquello fuese la mundial, ni muchísimo menos; sólo que comparado con lo de ahora...

En estos momentos da igual lo que diga Luisa Fernanda. Primero, porque sus intenciones, si las tuviese, no repercuten en modo alguno sobre una realidad que va donde la conducen acontecimientos y decisiones que la bendita DGA ni puede ni quiere controlar. Segundo, porque la falta de operatividad del actual Ejecutivo autónomo es clamorosa, salvo en lo que se refiere a ir metiendo piqueta y barreno a los servicios públicos. Tercero, porque la presidenta está a lo que le manden en Madrid y gobernar Aragón no entra en sus previsiones. Cuarto, porque lleva al PAR de socio y eso significa mantener en marcha gastos absurdos, proyectos de mentira y una serie de ficciones que intoxican y nublan el imaginario colectivo. Quinto, porque no tiene ni idea de qué hacer con esta Comunidad ni de cómo construir su futuro.

El caso es que un servidor estaba en las Rías Altas gallegas, tomando el fresco y acompañando el vermut de unas cosas muy ricas que se crían por allí, y ahora retorno a casa, escucho a la jefa, atiendo a la movida que hay en España... y sufro un impulso incontenible de volverme a largar. Pero me quedo, claro. Qué remedio. 

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