Por supuesto, Arias Cañete no está pensando en elaborar un
Plan Hidrológico Nacional (PHN) sostenible en lo ambiental, lo económico
y lo social (como ayer reclamaron por vía de urgencia los benditos de
Ecodes). El señor ministro está en otro tema, que no es precisamente la
sostenibilidad. Él lo que pretende es ajustar cuentas con el pasado,
recuperar la iniciativa para un Levante (mayoritariamente pepero) sumido
hoy en la ruina inmobiliaria y animar el ambiente con la expectativa de
nuevos ciclos de grandes obras públicas. En verdad, ya no cabe imaginar
un trasvase de mil y pico hectómetros cúbicos desde el Ebro. Ni el
coste de las infraestructuras necesarias ni la evolución negativa de los
aforos en dicha cuenca permiten hacerse ilusiones. Pero Cañete, con sus
huevos y sus negocios (privados), es capaz de tirarse a la piscina
aunque esta esté vacía. Menudo guaja.
Cañete hará un PHN más disfrazado que el de Matas, pero se dejará llevar por el ramalazo trasvasista porque las transferencias
intercuencas se han incrustado en el ADN ideológico del PP. Debe
suponer que a base de ponerse plasta e insistir acabará por doblegar las
resistencias. Además... ¿acaso no estamos viendo cada día por Nodo-TVE
lo llenas y exitosas que están las playas mediterráneas?
Y ahora
viene la pregunta borde: ¿volvería Aragón a ponerse en pie contra un
macrotrasvase del Ebro cuando aquí gobierna el mismo partido que plantea
la jugada? No olvidemos que cada una de nuestras grandes movilizaciones
(en defensa del agua o por la autonomía) contó en su momento con un
notable patrocinio institucional y parainstitucional. ¿Qué pasará si
falta ese patrocinio? ¿Y cómo integraremos esta vez la eterna
contradicción entre los aragoneses que dicen "trasvase no, pantanos sí" y
los que replican "ni pantanos ni trasvases" (que por cierto cada vez
parecen más cargados de razones, tal y como se está viendo actualmente
en el río Bergantes).
Ya conocen ustedes mi opinión: Aragón,
envuelto en sus quimeras, no sabe a dónde va. Así será fácil que acaben
haciéndonos un roto. Pero que lo haga un tipo como Cañete... ¡Bufff!
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