viernes, 23 de agosto de 2013

Cuando contratan en nuestro nombre 20130823

Ante los problemas surgidos en Plaza o en TUZSA-AUZ, muchos ponen sobre la mesa la necesidad de respetar al milímetro las normas relativas a la contratación por parte de las instituciones. Otros reclaman un cambio radical y constructivo de dichas normas. Yo creo, y lo digo de entrada, que aquí no tienen tanta importancia las reglas que puedan dictarse como el fair play de los jugadores y la rigurosa independencia de los árbitros. Porque si alguien está dispuesto a comprar voluntades y alguien quiere venderlas... no hay nada que hacer. En España, más que leyes hace falta un clima de honestidad, una atmósfera ética que emergiendo de la sociedad empape los organismos públicos y se imponga en la iniciativa privada.

Tomados al pie de la letra, los farragosos mecanismos que rigen concesiones, convenios, ayudas y otros gastos de naturaleza pública, permiten a las administraciones perezosas trabajar a muy largo plazo escudándose en que es imposible hacerlo a otro ritmo. Cada operación, cada proyecto, cada pliego de condiciones ocupa meses, años y lustros. Y lo más genial es que así se impide no solo actuar con presteza, sino también desarrollar iniciativas destinadas a abaratar los costes. Los más rígidos corsés burocráticos tienen esa contradictoria particularidad: son enemigos de la creatividad positiva, pero siempre acaban siendo permeables a la manipulación corrupta. Cualquier funcionario cualificado y activo o cualquier político decente y con ideas sabe de qué hablo.

La financiación irregular de los principales partidos (hecho evidente y probado o a punto de probarse) se fundamenta en la posibilidad de trampear a favor de los contratistas amigos y en contra de quienes no lo son tanto. Eso se puede hacer con la norma (bien trajinada) en la mano. Aunque claro, es más cómodo y virguero hacerlo a calzón quitado mediante organismos autónomos, institutos o sociedades públicas (como Plaza y las demás). Todo el sistema queda así comprometido por los vagos y los maleantes (o por quienes ejercen ambos oficios a la vez). ¿Leyes? Bueno... Hecha la ley, hecha la trampa. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario