Ante los problemas surgidos en Plaza o en TUZSA-AUZ, muchos ponen
sobre la mesa la necesidad de respetar al milímetro las normas relativas
a la contratación por parte de las instituciones. Otros reclaman un
cambio radical y constructivo de dichas normas. Yo creo, y lo digo de
entrada, que aquí no tienen tanta importancia las reglas que puedan
dictarse como el fair play de los jugadores y la rigurosa
independencia de los árbitros. Porque si alguien está dispuesto a
comprar voluntades y alguien quiere venderlas... no hay nada que hacer.
En España, más que leyes hace falta un clima de honestidad, una
atmósfera ética que emergiendo de la sociedad empape los organismos
públicos y se imponga en la iniciativa privada.
Tomados al pie de
la letra, los farragosos mecanismos que rigen concesiones, convenios,
ayudas y otros gastos de naturaleza pública, permiten a las
administraciones perezosas trabajar a muy largo plazo escudándose
en que es imposible hacerlo a otro ritmo. Cada operación, cada
proyecto, cada pliego de condiciones ocupa meses, años y lustros. Y lo
más genial es que así se impide no solo actuar con presteza, sino
también desarrollar iniciativas destinadas a abaratar los costes. Los
más rígidos corsés burocráticos tienen esa contradictoria
particularidad: son enemigos de la creatividad positiva, pero siempre
acaban siendo permeables a la manipulación corrupta. Cualquier
funcionario cualificado y activo o cualquier político decente y con
ideas sabe de qué hablo.
La financiación irregular de los
principales partidos (hecho evidente y probado o a punto de probarse) se
fundamenta en la posibilidad de trampear a favor de los contratistas amigos
y en contra de quienes no lo son tanto. Eso se puede hacer con la norma
(bien trajinada) en la mano. Aunque claro, es más cómodo y virguero
hacerlo a calzón quitado mediante organismos autónomos, institutos o
sociedades públicas (como Plaza y las demás). Todo el sistema queda así
comprometido por los vagos y los maleantes (o por quienes ejercen ambos
oficios a la vez). ¿Leyes? Bueno... Hecha la ley, hecha la trampa.
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