La memoria tiene mala fama entre la gente de orden. Año tras año se
ha mantenido viva la aversión de la derecha a volver la vista sobre lo
sucedido antes del 78, año en que la democracia apareció por generación
espontánea y se quiso oficializar el aquí no ha pasado nada. En este
país la amnesia es una virtud patriótica. Por eso no es raro que ayer,
cuando los exsecretarios generales del PP (Pacocascos y Campeónarenas)
tuvieron que declarar sobre las cuentas del partido, utilizaran el "no
recuerdo" como respuesta habitual. Eso sí, reconocieron que había cierta
confusión en los que respecta a las donaciones. Claro, solo así se
explica que Bárcenas pudiera sisar tranquilamente decenas y
decenas de millones sin que nadie se diera cuenta. Eso no era una
contabilidad, era un maravilloso frenesí.
A la calle Génova
llegaban los ricos con sus millones... ¿por simpatía?, ¿por afición
ideológica?, ¿por instinto natural? Y tantas eran sus dádivas, tan
continuas y tan elevadas que por lo visto no había forma de irlas
registrando con algún orden. Así, el partido pagaba sobresueldos (digo sobre,
porque muchos beneficiados cobraban además en sus respectivos cargos
públicos), que solo para la más alta cúpula totalizaban un millón y
medio anual. Bien, ¿eh? ¡Qué fácil es, cuando uno las pilla al vuelo,
imponer recortes y reducciones salariales a los demás! Queda claro que
esta empática relación con la gente que maneja pasta (grandes
constructoras y otras empresas que contratan habitualmente con las
administraciones públicas) permite a los conservadores aplicar severos y
demagógicos ajustes, como ha hecho la señora Cospedal en
Castilla-La Mancha. A ella, plin. Al poco de hacerla presidenta de
aquella comunidad, la doña y su marido se compraron en Toledo una
mansión de dos millones y pico de euros. Sin hipoteca.
Tener o no
tener memoria, esa es la cuestión. No siempre es fácil olvidar. Las
cajas aragonesas (o sea, la Caja) se han acordado de que nuestro
Gobierno autónomo avaló al Real Zaragoza en sus créditos. Ahora reclaman
al Pignatelli un millón, a bocajarro. A veces, la amnesia no es una
opción.
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