No creo que Rajoy se esmere hoy gran cosa. Faena de aliño: estamos superando la crisis, Bárcenas
tiene la culpa, a mí que me registren y vosotros más (más
sinvergüenzas, se comprende). Despedida, cierre y de vacaciones, oye,
que ya toca. Con mayoría absoluta en las cámaras y una potencia
institucional abrumadora, el PP manda muchísimo. Desde luego mucho más
de lo que en similares circunstancias mandaría el PSOE. Porque los dos
partidos mayoritarios tienen notorias similitudes y constituyen los
factores intercambiables de un sistema sucio y desquiciado que ha
terminado por agotar los mejores frutos de la Transición; pero en
realidad no son exactamente la misma cosa, no disponen de los mismos
recursos ni tocan los mismos resortes. Qué más quisieran los sociatas, locos siempre por conectarse de alguna forma con esa red de intereses esenciales que identificamos como poderes fácticos.
Los gobiernos del PSOE han configurado en gran medida lo más positivo
de la España actual, pero siempre sometidos a controles, peajes y
consensos que el PP ha podido superar tranquilamente tanto en los
tiempos de Aznar como en los (más procelosos) de Rajoy. A los socialistas les marcan
los bancos, las grandes empresas, la Iglesia, el aparato del Estado,
los medios, sus propios votantes... A la derecha el capital (financiero,
industrial o paradisíaco) le hace la ola, la Conferencia Episcopal le
echa bendiciones, los medios la tratan con amor o en todo caso
deferencia y aun temor (no digamos cómo manejan los conservadores la
radio y televisión públicas), los jueces... Bueno, los conservadores han
colocado a un militante suyo de carnet y probado radicalismo (de
derechas) al frente ¡del Tribunal Constitucional! Con un par. ¿Y qué me
dicen del acuerdo que las organizaciones corporativas de médicos y
enfermeros acaban de firmar con la ministra Mato en pleno desguace de la sanidad pública? ¿Y de la forma en que el Ejército se tragó la cabronada del Yak?
No, no son idénticos. A Zapatero cada incendio forestal le costaba un disgusto gordo; ahora, arde el monte y nadie se excita. ¿Por qué será?
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