Mientras Griñán dejaba por fin la presidencia de la Junta andaluza, el PP insistía en su argumentario: lo de los EREs sureños ha sido mucho peor que lo de Bárcenas.
La refriega se sumerge una vez más en la ciénaga de la mierda, y cada
contendiente pretende defender sus sinvergonzonerías fingiendo que éstas
son pecadillos leves comparados con los cometidos por el rival. Por lo
visto semejante desenfoque aún pone a los segmentos más alineados
(y alienados también) del electorado, incapaces de asumir que, siendo
la corrupción un vicio político transversal, todo corre por cuenta del
saqueado contribuyente.
En Andalucía, el PSOE y UGT están pringados hasta arriba. Que aquello sea, o no, un récord
(en relación con las guarradas del PP en Valencia o de CiU en Cataluña)
es irrelevante, porque cada uno de estos y otros casos (centenares, por
desgracia) ha superado mil veces el máximo admisible. Y cuando alguien
rebate una acusación compensándola con otra en sentido contrario, no hace sino remachar el ataúd donde yace su dignidad y la del pueblo presuntamente soberano.
Por otro lado, lo de definir quién es más corrupto está imposible.
Ahora mismo, mientras el escándalo de los EREs expande su virus entre
los socialistas, el PP hace de las suyas en las instituciones andaluzas
que gobierna. En el Ayuntamiento de Sevilla, por ejemplo, adjudicó el
mantenimiento de la web municipal al ABC. Dicha web está hecha en
WordPress (licencia gratuita), usa una plantilla Continuum Magzine (45
euros), su adaptación al diseño es de lo más básica, se aloja en el
mismo servidor del ABC sevillano y los contenidos no parecen requerir
más trabajo que el de uno o dos becarios. Bueno pues eso lo empezó cobrando el diario (amigo) beneficiado a 165.700 euros anuales. Ahora se va a llevar algo mas: 527.000 euros. Me ahorro calificativos. Y esto es sólo una muestra sin valor.
Tal mamoneo no se equilibra con el de los EREs, ni viceversa. El
ránking está desbordado. El problema no radica en ver quién ha sido (y
es más) canalla, sino en acabar con las canalladas de una vez. O
resignarse, claro.
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