jueves, 12 de diciembre de 2013

Espantosa y aleccionadora memoria 20131212

A los patriotas españoles les perturba que los patriotas catalanes organicen un simposio titulado España contra Cataluña, que sin duda ha de ser un nuevo clímax en la sarta de equívocos, manipulaciones y flagrantes mentiras que los patriotas suelen utilizar para asentar sus mitos y difundir sus simples programas: patria, patria, patria. Quienes no somos nacionalistas ni especialmente identitarios y creemos que nacer en un lugar o en otro no determina la forma de pensar estamos fuera de juego en esta demencial partida entre gente tan arrebatada. Ocurre que somos capaces de tirar de memoria y de acudir a la historia para saber a) que a Cataluña ningún poder (ni los Borbones absolutistas, ni la Restauración, ni Franco) le hizo nada que no hiciese al resto de España, como tampoco fue diferente en aquella comunidad la relación entre clases o el desarrollo de las luchas sociales, y b) que entre los poderosos de turno (los que oprimían y explotaban) hubo también catalanes. Así que ahora mismo el evidente choque entre patriotas de signos opuestos es solo un artificio político (exacerbado por la crisis), por muchos simposios que hagan los unos y mucho revisionismo histórico que intenten los otros. España (la España oficial, la España negra) fue durante siglos una mala madre de sus hijos. Y no creo, por cierto, que una futura Cataluña independiente ejerza mejor su función maternal (dicho sea en sentido simbólico). Entre que sea el PP quien te recorte los servicios o que sea CiU, no parece haber gran diferencia. La misma que hay entre que te tundan a palos guardias civiles o mossos.

Aquí nos hemos empeñado en anular la memoria y esta vuelve a nosotros una y otra vez con visiones espantosas y agravios nunca resueltos. No entendemos el país en que vivimos y nos aferramos a él o a sus apéndices independentistas fabricándonos recuerdos a la medida. Por eso hay gente tan extraviada. Ayer, sin ir más lejos, cuarenta años después del incendio de la Tapicería Bonafonte, aquel suceso volvió a mí. Sentí un escalofrío. Y no hubo sentimiento patriótico alguno que me confortase. 

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