martes, 27 de enero de 2015

Ni Syriza anuncia el fin del mundo... 20150127

Lo más asombroso de todo fue comprobar que muchos analistas y políticos europeos (sobre todo españoles) todavía esperaban que, al final, los griegos se arrugasen, cedieran a las amenazas y volviesen a optar por la derecha, como la otra vez. El Bundesbank intimidó cuanto pudo, Rajoy acudió en apoyo de su colega Samaras y Nueva Democracia, aprovechando que aún manejaba el Gobierno heleno, dejó sin votar a 100.00 jóvenes que acababan de cumplir 18 años y a todos los compatriotas residentes en el extranjero (se les consideraba sospechosos de ser mayoritariamente votantes potenciales de Syriza). Pese a todo, la mayoría hizo lo que pensaba hacer y usó la papeleta electoral como instrumento de presión en una estrategia defensiva. Grecia ha perdido la cuarta parte de su riqueza en unos pocos años, ha visto a un tercio de su población hundirse en la pobreza, ha perdido el futuro... ¿y todavía tenían sus ciudadanos que apoyar en las urnas a los ineptos y corruptos que falsearon las cuentas del Estado (la derecha), fueron incapaces de modernizar el país (el Pasok) y por último se entregaron juntos al dictado de la Troika?

Grecia ha tomado el único camino posible. Y las consecuencias inmediatas no han tenido dimensiones telúricas. No se ha producido ninguna catástrofe. Tsipras juró el cargo ipso facto, las bolsas aguantaron el tirón perfectamente, los burócratas de Bruselas apenas refunfuñaron y nadie duda de que la deuda griega será renegociada, que habrán de hacerse concesiones al respecto y que, por mucho que se empeñen lo partidarios de la ortodoxia, o se ofrece alguna esperanza a los pueblos o esto (la UE, el euro y todo lo demás) no funciona. Son los acreedores de Grecia (España incluida) los primeros interesados en dar facilidades para que aquel país pueda recuperarse, salir del pozo y crecer (de verdad). Así todavía podrá afrontar ciertos compromisos; si no, se sumirá finalmente en la bancarrota y todos saldrán (saldremos) perdiendo.

No es el fin del mundo. Solo los efectos de la democracia. Rajoy, claro, ve todo de una manera muy distinta. Pero de eso... ya hablaré mañana. 

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