Si Miguel Hernández, el gran poeta, pudo cantar a la flor de
las milicianas llamándola Rosario (Rosario, dinamitera,/sobre tu mano
bonita/celaba la dinamita/sus atributos de fiera), bien podrá quien
suscribe servirse de la cristiana Navidad para desearles lo mejor,
recomendarles algún manjar y despedirse por una temporada, que me tocan
vacaciones. Eso sin desmerecer mi condición de laicista, librepensador y
descreído.
Vivan la vida lo mejor que puedan. Precisamente yo iba a
recomendarles para estos días la lectura de Patria, la magnífica novela
de Fernando Aramburu (editorial Tusquets), pero me parece no menos
instructivo y muy apropiado en semejantes fechas el último libro de
fotografías de Gervasio Sánchez, Vida-Life (Blume) , apabullante,
instructivo y conmovedor... como siempre.
Sigo. Un restaurante: El Gamberro, en la calle Blasón
Aragonés de Zaragoza, porque tiene estilo y rompe la pana. Un vino: Sed,
de mi tierra monegrina, impresionante.
Agradezco una vez más el favor que me hacen al leerme,
algunos de ustedes todos los días. Si no es fácil sostener durante meses
ese ritmo cotidiano en la escritura, reconozco que también tiene mérito
meterse El Independiente entre pecho y espalda una jornada tras otra.
Disculpen las erratas, los exabruptos y algún calentón que se me lleva
por delante, a pesar de que las normas del periodismo de opinión obligan
a mantener la serenidad y el temple.
El futuro nos ha alcanzado. Y para muchos de nosotros no
parece tan bonito como lo soñamos hace tiempo, cuando cabía imaginarlo
desde la ensoñación utópica. Pese a todo, siempre estará a nuestro
alcance la posibilidad de transformar la realidad a mejor, combatiendo
sin violencia pero con valor aquello que menos nos gusta, lo que resulta
más injusto e inaceptable.
Vivir es eso: disfrutar... del placer del debate, del placer
de los sentidos, del placer de los principios, del placer que
proporciona el mundo que nos rodea. A ello voy, por una temporadita. Al
año que viene, otra vez estaré aquí. No me olviden.